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A efectos de este sitio web, profesionales son aquellos inversores que tienen calidad tanto de clientes profesionales como de inversores cualificados.
En resumen, para ostentar la calidad de cliente profesional en virtud de la Directiva de mercados de instrumentos financieros e inversor cualificado con arreglo a la Directiva de folletos, una persona deberá por lo general cumplir uno o más de los siguientes requisitos:
(1) Ser una entidad que deba estar autorizada o regulada para operar en mercados financieros. La siguiente lista incluye todas las entidades autorizadas que llevan a cabo actividades propias de dichas entidades, ya sean autorizadas por un Estado miembro del EEE o un país tercero y estén o no autorizadas de acuerdo con una directiva:
(a) entidades de crédito;
(b) empresas de inversión;
(c) cualquier otra entidad financiera autorizada o regulada;
(d) entidades aseguradoras;
(e) organismos de inversión colectiva o sociedades gestoras de dichos organismos;
(f) fondos de pensiones o sociedades gestoras de dichos fondos;
(g) corredores de materias primas o de derivados de materias primas;
(h) agentes de bolsa;
(i) cualquier otro inversor institucional;
(2) grandes organismos que cumplan dos de los siguientes criterios: (i) un balance total de 43 000 000 EUR; (ii) una cifra de negocios neta anual de 50 000 000 EUR; (iii) un número medio de 250 empleados a lo largo del año;
(3) un gobierno nacional o regional, un organismo público gestor de deuda pública, un banco central, una institucional internacional o supranacional (tal como el Banco Mundial, el FMI, el BCE o el BEI) u otro organismo internacional similar.
(4) personas físicas residentes en un Estado del EEE que permita otorgar a personas físicas la calidad de inversores cualificados, que soliciten expresamente la condición de cliente profesional e inversor cualificado y que cumplan al menos dos de los siguientes criterios: (i) haber operado en los mercados de valores con al menos una frecuencia media de 10 operaciones trimestrales en los últimos cuatro trimestres antes de la solicitud; (ii) que el tamaño de su cartera de valores, incluidos depósitos de efectivo e instrumentos financieros, supere 500 000 EUR; (iii) que trabaje o haya trabajado al menos un año en el sector financiero en un cargo profesional que requiera conocimiento de la inversión en valores.
Tenga en cuenta que el resumen que antecede se ofrece únicamente con carácter informativo. Si no está seguro de si puede optar a la condición de cliente profesional en virtud de la Directiva de mercados de instrumentos financieros y a la de inversor cualificado con arreglo a la Directiva de folletos, consulte con un asesor independiente.
Inversor particular
Un inversor particular, también conocido como cliente minorista o cliente privado, es una entidad cliente o una persona física que no cumple (i) uno o más de los criterios de cliente profesional referidos en el Anexo II de la Directiva de mercados de instrumentos financieros (Directiva 2004/39/CE) o (ii) uno o más de los criterios de inversor cualificado establecidos en el artículo 2 de la Directiva de folletos (Directiva 2003/71/CE).
En resumen, para ostentar la calidad de cliente profesional en virtud de la Directiva de mercados de instrumentos financieros e inversor cualificado con arreglo a la Directiva de folletos, una persona deberá por lo general cumplir uno o más de los siguientes requisitos:
(1) Ser una entidad que deba estar autorizada o regulada para operar en mercados financieros. La siguiente lista incluye todas las entidades autorizadas que llevan a cabo actividades propias de dichas entidades, ya sean autorizadas por un Estado miembro del EEE o un país tercero y estén o no autorizadas de acuerdo con una directiva:
(a) entidades de crédito;
(b) empresas de inversión;
(c) cualquier otra entidad financiera autorizada o regulada;
(d) entidades aseguradoras;
(e) organismos de inversión colectiva o sociedades gestoras de dichos organismos;
(f) fondos de pensiones o sociedades gestoras de dichos fondos;
(g) corredores de materias primas o de derivados de materias primas;
(h) agentes de bolsa;
(i) cualquier otro inversor institucional;
(2) grandes organismos que cumplan dos de los siguientes criterios: (i) un balance total de 20 000 000 EUR; (ii) una cifra de negocios neta anual de 40 000 000 EUR; (iii) unos fondos propios de 2 000 000 EUR;
(3) un gobierno nacional o regional, un organismo público gestor de deuda pública, un banco central, una institucional internacional o supranacional (tal como el Banco Mundial, el FMI, el BCE o el BEI) u otro organismo internacional similar.
(4) personas físicas residentes en un Estado del EEE que permita otorgar a personas físicas la calidad de inversores cualificados, que soliciten expresamente la condición de cliente profesional e inversor cualificado y que cumplan al menos dos de los siguientes criterios: (i) haber operado en los mercados de valores con al menos una frecuencia media de 10 operaciones trimestrales en los últimos cuatro trimestres antes de la solicitud; (ii) que el tamaño de su cartera de valores, incluidos depósitos de efectivo e instrumentos financieros, supere 500 000 EUR; (iii) que trabaje o haya trabajado al menos un año en el sector financiero en un cargo profesional que requiera conocimiento de la inversión en valores.
Tenga en cuenta que el resumen que antecede se ofrece únicamente con carácter informativo. Si no está seguro de si puede optar a la condición de cliente profesional en virtud de la Directiva de mercados de instrumentos financieros y a la de inversor cualificado con arreglo a la Directiva de folletos, consulte con un asesor independiente.
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Estimado consejero delegado,
Como gestora de activos, BlackRock invierte en representación de terceros, por lo que me dirijo a usted en calidad de asesor y fiduciario para estos clientes. El capital que gestionamos no es el nuestro. Pertenece a personas que se encuentran en decenas de países y que tratan de financiar sus objetivos a largo plazo, como la jubilación. De este modo, recae sobre nosotros una gran responsabilidad para con estas instituciones y personas —que son accionistas de su empresa y de otras miles— de cara a promover la generación de valor a largo plazo.
El cambio climático ha pasado a ser un factor determinante en las perspectivas a largo plazo de las empresas. El pasado septiembre, cuando millones de personas salieron a las calles para exigir acciones contra el cambio climático, muchas de ellas hicieron hincapié en las importantes y duraderas repercusiones que este tendrá en el crecimiento económico y en la prosperidad: un riesgo que, hasta la fecha, los mercados han tardado más en reflejar. No obstante, el grado de concienciación al respecto está cambiando con celeridad y, en mi opinión, nos encontramos en los albores de un replanteamiento de las finanzas desde sus cimientos.
Los datos que demuestran los riesgos que plantea el cambio climático están incitando a los inversores a replantearse supuestos básicos sobre las finanzas modernas. Varios estudios realizados por un amplio abanico de organizaciones —incluidos el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas, el BlackRock Investment Institute y muchos otros, como los nuevos estudios de McKinsey sobre las repercusiones del riesgo climático físico en el plano socioeconómico— están ampliando nuestros conocimientos sobre la forma en que el riesgo climático afectará tanto a nuestro planeta como al sistema global que financia el crecimiento económico.
Por ejemplo, ¿serán las ciudades capaces de satisfacer sus necesidades de infraestructuras a medida que el riesgo climático redefina el mercado de bonos municipales? ¿Qué sucederá con las hipotecas a 30 años —un pilar fundamental de las finanzas— si los acreedores no pueden estimar el efecto del riesgo climático en un horizonte temporal tan amplio y si no existe un mercado viable de seguros frente a inundaciones o incendios en las áreas afectadas? ¿Qué pasará con la inflación y, a su vez, con los tipos de interés si el coste de los alimentos se incrementa debido a las sequías y a las inundaciones? ¿Cómo podemos elaborar modelos sobre el crecimiento económico si la productividad de los mercados emergentes decae a causa de las olas de calor extremas y otros fenómenos climáticos?
Los inversores tienen cada vez más en cuenta estas cuestiones y son conscientes de que el riesgo climático constituye un riesgo de inversión. De hecho, el cambio climático es, casi sistemáticamente, el principal asunto que clientes de todo el mundo plantean a BlackRock. Desde Europa hasta Australia, desde Sudamérica hasta China, desde Florida hasta Oregón... los inversores están preguntando cómo deberían modificar sus carteras. Tratan de comprender tanto los riesgos físicos asociados al cambio climático como las formas en que las políticas climáticas afectarán a los precios, los costes y la demanda a lo largo y ancho de la economía.
Estas cuestiones están propiciando una profunda revisión de la valoración del riesgo y de los activos. Y, dado que los mercados de capitales anticipan los riesgos futuros, asistiremos a cambios en la asignación de capital mucho antes que a los cambios climáticos propiamente dichos. A corto plazo —y antes de lo que muchos prevén— se producirá una importante reasignación del capital.
En calidad de fiduciario, nuestra responsabilidad consiste en ayudar a los clientes a capear esta transición. Desde el punto de vista de la inversión, estamos convencidos de que las carteras que integran la sostenibilidad y las cuestiones climáticas pueden proporcionar a los inversores mejores rentabilidades ajustadas al riesgo. Y, en vista de que la sostenibilidad ejerce un efecto cada vez mayor en las rentabilidades de la inversión, creemos que la inversión sostenible será la piedra angular de las carteras de los clientes de ahora en adelante.
En una carta que BlackRock ha remitido hoy a sus clientes, la firma ha anunciado una serie de iniciativas para situar la sostenibilidad en el epicentro de su enfoque de inversión, tales como: la integración de la sostenibilidad en la construcción de carteras y la gestión del riesgo, la liquidación de las inversiones que presenten un riesgo elevado en materia de sostenibilidad —como los productores de carbón térmico—, el lanzamiento de nuevos productos de inversión que descarten los combustibles fósiles y el refuerzo de nuestro compromiso con la sostenibilidad y la transparencia en nuestras actividades de inversión responsable.
En los próximos años, una de las cuestiones más importantes que nos plantearemos será la envergadura y el alcance de las acciones gubernamentales frente al cambio climático, que, en términos generales, definirán el ritmo al que avanzaremos hacia una economía baja en carbono. Este reto no puede superarse sin una respuesta coordinada a escala internacional por parte de los Gobiernos, en sintonía con los objetivos del Acuerdo de París.
Sea como fuere, la transición energética llevará décadas. A pesar de los rápidos progresos logrados recientemente, aún no existe la tecnología necesaria para sustituir de forma rentable muchos de los usos actuales de los hidrocarburos que resultan imprescindibles. Debemos ser conscientes de las realidades económica, científica, social y política de la transición energética. Los Gobiernos y el sector privado deben colaborar para lograr una transición justa y equitativa: en nuestra travesía hacia un mundo bajo en carbono, no podemos dejar atrás a estratos de la sociedad o a países enteros en los mercados en vías de desarrollo.
Si bien los Gobiernos deben llevar la batuta en esta transición, las empresas y los inversores también han de desempeñar un importante papel. En el marco de esta responsabilidad, BlackRock es miembro fundador del Grupo de Trabajo sobre la Divulgación de Información Financiera relacionada con el Clima (en inglés, TCFD). Somos signatarios de los Principios para la Inversión Responsable de Naciones Unidas y suscribimos la declaración del Vaticano de 2019 que instaba al establecimiento de regímenes de precios del carbono, iniciativa que, a nuestros ojos, es fundamental para combatir el cambio climático.
BlackRock se ha sumado a Francia y a Alemania y a fundaciones internacionales en la constitución de Climate Finance Partnership, una iniciativa público-privada que se suma a otras existentes y tiene por objeto mejorar los mecanismos de financiación para la inversión en infraestructuras. Esta necesidad es especialmente acuciante para las ciudades, dado que muchos de los componentes de la infraestructura municipal —desde las carreteras hasta alcantarillas, pasando por el tráfico— se han construido tomando como base tolerancias y condiciones climáticas que no concuerdan con la nueva realidad climática. A corto plazo, parte del trabajo para mitigar el riesgo climático podría generar una mayor actividad económica. Con todo, nos enfrentamos al problema a largo plazo por antonomasia. Aún no sabemos qué previsiones sobre el clima resultarán más acertadas, ni qué efectos no hemos tenido en cuenta. Pero el rumbo que hemos emprendido no deja lugar a dudas. Todos los Gobiernos, empresas y accionistas deben tener en cuenta el cambio climático.
A nuestros ojos, todos los inversores, además de los reguladores, las aseguradoras y la población, necesitan tener una idea más clara sobre la forma en que las empresas están gestionando las cuestiones relativas a la sostenibilidad. Estos datos deben ir más allá del clima y abarcar aspectos sobre cómo responden las empresas ante todas sus partes interesadas (stakeholders), como el grado de diversidad de su plantilla, la sostenibilidad de su cadena de suministro o la protección de los datos de sus clientes. Las perspectivas de crecimiento de todas las empresas están inextricablemente vinculadas a su capacidad para operar de forma sostenible y satisfacer las necesidades de todas sus partes interesadas.
Esto último, junto con la adopción de un propósito, es cada vez más importante para el modo en que las empresas entienden su papel en la sociedad. Tal y como he expuesto en cartas anteriores, una empresa no puede lograr beneficios a largo plazo sin contar con un propósito y sin tener en cuenta las necesidades de un amplio elenco de partes interesadas. Una empresa farmacéutica que aumenta sus precios sin consideración alguna, una compañía minera que no invierte lo suficiente en seguridad, un banco que no respeta a sus clientes... todas estas empresas podrán maximizar sus beneficios a corto plazo, pero, tal y como observamos de forma recurrente, estas acciones nocivas para la sociedad acabarán afectando a la empresa y destruyendo su valor para los accionistas. En cambio, una empresa que demuestra un elevado sentido del propósito y un sólido compromiso con sus partes interesadas logra conectar en mayor medida con sus clientes y adaptarse a las cambiantes demandas de la sociedad. El propósito es, en última instancia, el catalizador de la rentabilidad a largo plazo.
Con el tiempo, las empresas y los países que no respondan ante sus partes interesadas y no aborden los riesgos de sostenibilidad deberán hacer frente a un escepticismo creciente en los mercados y, a su vez, a un mayor coste del capital. En cambio, las empresas y países que logren ser líderes en transparencia y demuestren su capacidad de respuesta ante las partes interesadas serán más efectivos a la hora de atraer la inversión, incluida aquella compuesta por un capital más paciente y de mayor calidad.
Ya se han logrado importantes avances en la mejora de la divulgación de información —y muchas empresas ya están realizando un trabajo ejemplar en la integración y la presentación de información sobre sostenibilidad—, pero debemos alcanzar una adopción más generalizada y uniforme. Aunque ningún marco sea perfecto, BlackRock cree que el Consejo de Normas Contables de Sostenibilidad (Sustainability Accounting Standards Board, SASB) ofrece un conjunto claro de reglas sobre la presentación de información en materia de sostenibilidad en una amplia gama de cuestiones, desde las prácticas laborales hasta la privacidad de los datos, pasando por la ética empresarial. Con el fin de evaluar los riesgos relacionados con el clima y presentar información al respecto, y hacer lo propio con los asuntos de buen gobierno relacionados que resultan esenciales para gestionarlos, el TCFD ofrece un valioso marco.
Somos conscientes de que divulgar información de conformidad con estas normas requiere mucho tiempo, análisis y esfuerzo. Nosotros mismos en BlackRock no estamos aún donde nos gustaría estar y trabajamos continuamente para mejorar nuestros procesos en este sentido. Nuestra información divulgada de conformidad con el SASB está disponible en nuestra página web, y publicaremos información con arreglo al TCFD antes de finales de 2020.
BlackRock lleva muchos años colaborando con las empresas para ayudarlas a progresar hacia la puesta en marcha de un proceso de presentación de información conforme a lo estipulado por el TCFD y el SASB. Este año, estamos pidiendo a las empresas en las que invertimos en representación de nuestros clientes que: (1) publiquen información de conformidad con las directrices específicas para el sector del SASB para finales de año —si no lo han hecho ya— o divulguen un conjunto de datos similar, según corresponda en función del negocio en cuestión; y (2) divulguen información sobre los riesgos relativos al clima con arreglo a las recomendaciones del TCFD, en caso de no haberlo hecho aún. Ello debería incluir un plan para operar con base en el supuesto de que el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a menos de dos grados se haya cumplido por completo, tal y como figura en las directrices del TCFD.
Utilizaremos esta información y nuestras actividades de implicación con las empresas para determinar si estas están gestionando y supervisando estos riesgos de forma adecuada en sus negocios y si están planificando correctamente el futuro. En ausencia de una presentación de información eficiente, cada vez más inversores, incluido BlackRock, concluirán que las empresas no están gestionando adecuadamente el riesgo.
En nuestra opinión, cuando una empresa no aborda de forma efectiva un problema de relevancia, sus consejeros deberían rendir cuentas por ello. El año pasado, BlackRock votó en contra o se abstuvo en la elección de 4.800 consejeros en 2.700 empresas distintas. Cuando consideramos que las empresas y los consejos no están divulgando información sobre sostenibilidad de forma efectiva o no están implementando marcos para gestionar estas cuestiones, consideraremos responsables a los miembros del consejo. En vista del trabajo que ya hemos realizado en materia de implicación sobre la presentación de información y los crecientes riesgos de inversión en torno a la sostenibilidad, estaremos cada vez más dispuestos a votar en contra del equipo directivo y los miembros del consejo cuando las empresas no progresen lo suficiente en la divulgación de información sobre sostenibilidad y en las prácticas empresariales y planes subyacentes.
En los 40 años que llevo trabajando en el mundo de las finanzas, he sido testigo de numerosas crisis financieras y desafíos: los repuntes de la inflación en la década de 1970 y a principios de la de 1980, la crisis asiática de divisas de 1997, la burbuja de las puntocom y la crisis financiera mundial. Aunque algunos de estos acontecimientos se prolongaron durante muchos años, todos ellos fueron, vistos desde una perspectiva más amplia, cortos en esencia. El cambio climático es distinto. Aunque solo se materialicen una parte de las repercusiones previstas, se trata de una crisis mucho más estructural y largoplacista. Las empresas, los inversores y los Gobiernos han de prepararse para una drástica reasignación del capital.
En las conversaciones que BlackRock mantiene con clientes de todo el mundo, un número creciente de ellos desea reasignar su capital a estrategias sostenibles. Si solo el 10% de los inversores a escala mundial lo hace —o incluso el 5%—, asistiremos a ingentes movimientos de capital. Y esta dinámica se acelerará a medida que la próxima generación tome el relevo de los Gobiernos y las empresas. Los jóvenes han liderado las exigencias a las instituciones —incluido BlackRock— para que aborden los nuevos retos asociados al cambio climático. Reclaman más a empresas y Gobiernos, tanto en términos de transparencia como de medidas a tomar. Y, cuando billones de dólares pasen a manos de los millennials en las próximas décadas conforme se vayan convirtiendo en consejeros delegados y directores de inversiones, políticos y jefes de Estado, reconfigurarán aún más el enfoque del mundo a la sostenibilidad.
Nos acercamos a un periodo de drástica reasignación del capital, y las empresas ostentan la responsabilidad —y la obligación económica— de ofrecer a los accionistas una panorámica clara de su nivel de preparación. Y, en el futuro, contar con procesos más transparentes en las cuestiones relativas a la sostenibilidad revestirá una vital importancia para las empresas a la hora de atraer capital. Asimismo, ayudará a los inversores a valorar qué empresas responden de forma efectiva ante sus partes interesadas, lo que reconfigurará el flujo de capitales en consecuencia. Sin embargo, la transparencia no puede ser un objetivo carente de propósito. La presentación de información debe ser el medio para lograr un capitalismo más sostenible e inclusivo. Las empresas deben estar determinadas y comprometidas para adoptar un propósito y responder ante todas las partes interesadas: los accionistas, los clientes, los empleados y las comunidades donde operan. Así, su empresa disfrutará de una mayor prosperidad a largo plazo, al igual que los inversores, los trabajadores y la sociedad en su conjunto.
Reciba un cordial saludo,
MKTGM1122E/S-2591411