Carta de Larry Fink a los consejeros delegados

Carta de Larry Fink a los consejeros delegados

Carta de Larry Fink a los consejeros delegados

Estimado consejero delegado:

En BlackRock ostentamos el deber fiduciario de ayudar a nuestros clientes a invertir para lograr sus objetivos a largo plazo. La mayoría del capital que gestionamos está orientado a la jubilación de particulares y beneficiarios de pensiones, como profesores, bomberos, médicos, empresarios y muchos otros. Gestionamos su dinero, no el nuestro. La confianza que nuestros clientes depositan en nosotros y nuestro papel de enlace entre estos y las empresas en las que invierten nos otorga la gran responsabilidad de defender su causa en su nombre.

Por ello, le escribo cada año tratando de poner de relieve asuntos que resultan fundamentales para la creación de valor duradero, tales como la gestión del capital, la estrategia a largo plazo, el propósito y el cambio climático. Llevamos mucho tiempo creyendo que nuestros clientes, en calidad de accionistas de su empresa, saldrán beneficiados si logra generar un valor perdurable y sostenible para todas sus partes interesadas.

Comencé a escribir estas cartas tras la crisis financiera. Pero, este pasado año, hemos vivido un acontecimiento más trascendental aún: una pandemia que ha afectado a todo el planeta y lo ha cambiado de forma permanente. Se ha cobrado una factura terrorífica en vidas humanas y ha transformado la forma en que vivimos, trabajamos, nos formamos, accedemos a la sanidad y otros muchos aspectos de nuestras vidas.

Las consecuencias de la pandemia han sido sumamente desiguales. Desató la contracción económica a escala mundial de mayor gravedad desde la Gran Depresión y la caída más pronunciada en las plazas bursátiles desde 1987. Mientras algunos sectores, especialmente aquellos que dependen de la presencialidad de las personas, se han visto penalizados, otros han prosperado. Y, aunque la recuperación de los mercados bursátiles fomenta el crecimiento a medida que remita la pandemia, la situación actual sigue caracterizándose por el colapso económico, con una tasa de desempleo en cuotas muy elevadas, cierres de pequeños comercios a diario y familias de todo el mundo con serias dificultades para pagar el alquiler y comprar alimentos.

La pandemia también ha acelerado tendencias de mayor profundidad, desde la creciente crisis de las pensiones hasta las desigualdades sistémicas. Cuando ya habían transcurrido varios meses del año, la pandemia coincidió con históricas protestas por la injusticia racial en Estados Unidos y en todo el mundo. Y, más recientemente, ha agravado el malestar político en EE. UU., donde este mes hemos presenciado cómo la alineación política —impulsada por mentiras y oportunismo político— provocó actos violentos. Lo sucedido en el Capitolio estadounidense constituye un crudo recordatorio de la vulnerabilidad y el incalculable valor de un sistema democrático.

A pesar de la oscuridad de los últimos doce meses, hemos observado destellos de luz materializados, por ejemplo, en las empresas que han trabajado para prestar servicio a sus partes interesadas con valentía y convicción. Hemos visto cómo las empresas han actuado con celeridad para innovar y mantener el flujo de alimentos y bienes durante los confinamientos. Las empresas han dado un paso al frente para apoyar a las organizaciones benéficas que se ocupan de los más desfavorecidos. En el marco de uno de los grandes triunfos de la ciencia moderna, se desarrollaron varias vacunas en tiempo récord. Muchas empresas también respondieron a los llamamientos a la igualdad racial, si bien aún nos queda mucho por hacer para cumplir estos compromisos. Y, sorprendentemente, en el contexto de disrupción imperante en 2020, las empresas han actuado con firmeza para abordar el cambio climático.

Creo que la pandemia ha supuesto tal crisis existencial —un recordatorio tan crudo de nuestra fragilidad—, que nos ha alentado a hacer frente a la amenaza mundial del cambio climático con mayor ímpetu y a plantearnos cómo esta, al igual que la pandemia, alterará nuestras vidas. Nos ha recordado cómo las crisis de mayor calado, ya sean sanitarias o medioambientales, exigen una respuesta ambiciosa a escala mundial.

En el último año, la gente no solo ha comprobado las crecientes consecuencias físicas del cambio climático materializadas en incendios, sequías, inundaciones y huracanes, sino que también ha empezado a percatarse del impacto financiero directo que conlleva, al observar cómo las compañías energéticas pierden miles de millones por las depreciaciones de los activos «varados» (stranded assets) y las autoridades reguladoras se centran en el riesgo climático en el sistema financiero mundial. Asimismo, la gente presta cada vez más atención a la importante oportunidad económica que generará la transición climática, así como a la forma de ejecutarla para que sea justa y equitativa. El cambio climático es, a todas luces, el principal asunto en la lista de prioridades de nuestros clientes. Nos preguntan sobre ello prácticamente todos los días.

Aceleración de una transición de gran calado

En enero del pasado año, escribí que el riesgo climático constituye un riesgo de inversión. Entonces, comentaba que, a medida que los mercados empezaban a descontar el riesgo climático en la valoración de los títulos, ello daría pie a una reasignación fundamental del capital. Después llegó la pandemia y, en marzo, la opinión de consenso apuntaba a que la crisis desviaría la atención del cambio climático. Pero ocurrió justo lo contrario, y la reasignación del capital se aceleró incluso a mayor velocidad de la que yo mismo esperaba.

Desde enero hasta noviembre de 2020, los inversores en fondos de inversión y ETFs invirtieron 288.000 millones de dólares a escala mundial en activos sostenibles, lo que representa un incremento del 96 % frente a la totalidad de 2019.1 Creo que nos encontramos en los albores de una transición larga pero que presenta una rápida aceleración y que podría abarcar muchos años y reconfigurar los precios de los activos de todo tipo. Sabemos que el riesgo climático constituye un riesgo de inversión, pero también creemos que la transición climática presenta una oportunidad de inversión histórica.

La creciente disponibilidad y asequibilidad de las opciones de inversión sostenible ha sido un componente esencial de esta transición. No hace mucho, estructurar una cartera con conciencia climática suponía un arduo proceso, factible solo para los inversores de mayor tamaño. No obstante, la creación de productos de inversión sostenibles basados en índices ha posibilitado una aceleración masiva de la transferencia del capital hacia las empresas mejor preparadas para abordar el riesgo climático.

Actualmente, nos encontramos en la antesala de otra transformación. Las mejoras en la tecnología y los datos están permitiendo a las gestoras de activos ofrecer carteras indexadas personalizadas a un grupo de personas mucho mayor, lo que supone otra capacidad que antiguamente estaba reservada para los inversores de mayor envergadura. Conforme cada vez más inversores elijan orientar sus carteras hacia empresas centradas en la sostenibilidad, más se acelerará la transición de gran calado de la que estamos siendo testigos. Y, dado que ello ejercerá un drástico efecto en la forma de asignar el capital, todos los equipos directivos y consejos deberán plantearse cómo afectará a las acciones de su compañía.

Junto con el cambio en el comportamiento de los inversores, hemos vivido un año histórico en cuanto a la respuesta política al cambio climático. En 2020, la UE, China, Japón y Corea del Sur forjaron compromisos históricos para lograr unas emisiones netas de carbono nulas. Con el compromiso asumido la semana pasada por parte de EE. UU. de volver a sumarse al Acuerdo de París, 127 Gobiernos, responsables de más del 60 % de las emisiones a escala mundial, están considerando o ya han suscrito el compromiso de alcanzar el objetivo de cero emisiones netas de carbono. Esta tendencia sigue cobrando impulso y en 2021 se acelerará, con implicaciones de gran importancia para la economía mundial.

Larry Fink sobre nuestro futuro sostenible

Larry Fink, presidente y consejero delegado de BlackRock, analiza cómo la transición energética, incluida la adopción generalizada de cero emisiones netas, remodelará fundamentalmente la economía mundial. 

La oportunidad de la transición hacia una economía con cero emisiones netas de carbono

No existe ninguna compañía cuyo modelo de negocio no vaya a verse profundamente afectado por esta transición a una economía con cero emisiones netas de carbono, esto es, que no emita más dióxido de carbono del que elimina de la atmósfera para 2050, el umbral establecido por la esfera científica necesario para mantener el aumento del calentamiento mundial muy por debajo de los 2 °C. A medida que se acelera la transición, las empresas con una estrategia a largo plazo bien articulada y con un plan claro para abordar la transición hacia la economía con cero emisiones netas de carbono destacarán a ojos de sus clientes, de los reguladores, de sus empleados y de sus accionistas, al transmitir confianza en su capacidad para capear esta transformación a escala mundial. Sin embargo, las empresas que no se están preparando con la suficiente celeridad sufrirán una penalización en sus negocios y valoraciones, a medida que estas mismas partes interesadas dejarán de confiar en que estas empresas pueden adaptar sus modelos de negocio a los drásticos cambios que se avecinan.

Resulta importante ser consciente de que el objetivo de cero emisiones netas de carbono exige una transformación de toda la economía. Los científicos concuerdan en que, de cara a cumplir el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento mundial a un nivel «muy inferior a dos grados por encima de las medias de la era preindustrial» antes de 2100, las emisiones producidas por el ser humano deberán descender entre un 8 % y un 10 % al año entre 2020 y 2050 y se deberá cumplir el objetivo de una economía con cero emisiones netas de carbono para mediados de siglo. En la actualidad, la economía sigue dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles, tal y como se refleja en la intensidad de carbono de grandes índices como el S&P 500 o el MSCI World, que actualmente se sitúan en unas trayectorias bastante por encima de los 3°C.2

Ello conlleva que para lograr una transición satisfactoria —esto es, justa, equitativa y que proteja los medios de vida de las personas—, será necesario emprender una estrategia de innovación tecnológica y una planificación durante décadas. Y este objetivo únicamente puede lograrse con liderazgo, coordinación y apoyo a todos los niveles por parte de los Gobiernos, en colaboración con el sector privado para potenciar al máximo la prosperidad. Las comunidades vulnerables y los países en vía de desarrollo, muchos de ellos ya expuestos a los peores efectos físicos del cambio climático, pueden permitirse en menor medida las consecuencias económicas de una transición implementada de manera deficiente. Debemos materializarla de modo que posibilite el urgente cambio que se requiere sin empeorar esta doble carga.

Si bien la transición será irremediablemente compleja y difícil, resulta esencial estructurar una economía más resiliente que actúe en beneficio de más personas. Mi postura respecto del futuro del capitalismo y el estado futuro de la economía es sumamente optimista, no a pesar de la transición energética, sino gracias a ella.

Indudablemente, los inversores no pueden preparar sus carteras de cara a esta transición si no comprenden cómo está preparada cada empresa tanto para las amenazas físicas del cambio climático como para la transición de la economía mundial hacia el objetivo de cero emisiones netas de carbono. Así, están pidiendo a las gestoras como BlackRock que aceleren sus capacidades en materia de datos y análisis en este ámbito, y nosotros nos hemos comprometido a satisfacer sus necesidades.

Por qué los datos y la divulgación de información revisten importancia

Para valorar los riesgos de sostenibilidad, es necesario que los inversores tengan acceso a información pública coherente, de elevada calidad y relevante. Por ello, el año pasado solicitamos a todas las empresas que divulgaran información de conformidad con las recomendaciones del Equipo de Tareas sobre la Divulgación de Información Financiera relacionada con el Clima (Task Force on Climate-related Financial Disclosures, TCFD) y el Consejo de Normas de Contabilidad de Sostenibilidad (Sustainability Accounting Standards Board, SASB), que abarca un abanico más amplio de factores relevantes en materia de sostenibilidad. El progreso que hemos observado en el último año —un incremento del 363 % en la presentación de información de conformidad con los estándares del SASB y la aceptación por parte de más de 1.700 empresas de divulgar información en línea con las recomendaciones del TCFD— es para nosotros sumamente halagüeño. (BlackRock emitió sus primeros informes de conformidad con los estándares del TCFD y del SASB el año pasado.)

La información acorde a los estándares del TCFD constituye el estándar mundial para ayudar a los inversores a entender los riesgos relacionados con el clima más relevantes a los que hacen frente las empresas, así como la forma en que estas los están gestionando. En vista de lo importante que será la transición energética para las perspectivas de crecimiento de todas las empresas, solicitamos a las empresas que presenten un plan sobre en qué medida su modelo de negocio será compatible con una economía con unas emisiones netas de carbono nulas: esto es, una en la que el aumento de la temperatura mundial esté limitado a un nivel muy inferior a 2 °C, en línea con el objetivo mundial de lograr unas emisiones netas de gases de efecto invernadero nulas para 2050. Le instamos a que informe sobre la forma en que este plan queda integrado en su estrategia a largo plazo y es objeto de revisión por parte de su consejo de administración.

Somos conscientes de que la presentación de información puede ser engorrosa y de que la variedad de marcos de divulgación genera una mayor complejidad para las empresas. Abogamos con firmeza por la transición hacia un único marco mundial, que permitirá a los inversores tomar decisiones más fundamentadas sobre cómo obtener rentabilidades duraderas a largo plazo. Dado que mejorar la presentación de información sobre sostenibilidad redunda en beneficio tanto de las empresas como de los inversores, insto a las compañías a actuar con rapidez en este sentido, en vez de esperar a que las autoridades reguladoras lo impongan. (A medida que el mundo se mueve hacia un marco único, BlackRock sigue respaldando una divulgación de información en línea con las recomendaciones del TCFD y del SASB.) Además, en mi opinión, no solo las empresas cotizadas deberían adoptar los estándares del TCFD. Si queremos que este marco de presentación de información sea realmente efectivo —si queremos lograr un cambio real en la sociedad—, las grandes empresas no cotizadas también deberían adoptarlo.

Además, no solo las empresas hacen frente al riesgo climático. Por ejemplo, creemos que los emisores de deuda pública también deberían divulgar cómo están abordando los riesgos relativos al cambio climático. No obstante, la valoración y la divulgación en esta materia no son los únicos retos. Los Gobiernos de todo el mundo, sometidos a una enorme presión presupuestaria derivada de la pandemia, también deben emprender proyectos de gran envergadura para crear infraestructuras de cara a abordar el cambio climático, tanto para protegerse contra el riesgo físico que conlleva como para generar energía limpia. Estos desafíos requerirán el establecimiento de alianzas público-privadas creativas para financiarlos, así como una mejora de la presentación de información para atraer capital.

Compromiso de cero emisiones netas de carbono de BlackRock

El mundo está efectuando una transición hacia una economía con cero emisiones netas de carbono, y en BlackRock consideramos que nuestros clientes obtendrán un mejor servicio si se sitúan a la vanguardia de esa transición. En la actualidad, nuestras operaciones tienen una huella de carbono neutra y nos hemos comprometido a apoyar el objetivo de lograr unas emisiones netas de gases de efecto invernadero nulas para 2050 o antes. La planificación a treinta años vista no es tarea fácil para ninguna empresa, pero creemos que todas ellas, incluida BlackRock, deben comenzar a abordar desde ya la transición hacia un modelo económico con cero emisiones netas. Estamos tomando una serie de medidas para ayudar a los inversores a preparar sus carteras de cara a un mundo con cero emisiones netas de carbono y, al mismo tiempo, aprovechar las oportunidades que presenta esta transición.

Desarrollamos estas acciones con mayor detalle en una carta que hemos remitido hoy a nuestros clientes. Entre estas, se incluyen: la publicación de un parámetro sobre la alineación de las posiciones con el objetivo de limitar el aumento de la temperatura para nuestros fondos de renta variable y renta fija cotizados cuando existan suficientes datos disponibles; la incorporación de las consideraciones climáticas en nuestras hipótesis sobre los mercados de capitales; la implementación de un «modelo de análisis optimizado» en nuestras carteras de gestión activa a modo de marco para la gestión de títulos que presenten un riesgo climático significativo (incluida la señalización de posiciones de cara a posibles desinversiones); el lanzamiento de productos de inversión con objetivos explícitos de alineación con la meta de limitar el aumento de la temperatura; el lanzamiento de productos orientados a la transición a una economía con cero emisiones netas de carbono; y el uso de la inversión responsable para garantizar que las empresas en las que invierten nuestros clientes estén tanto mitigando el riesgo climático como teniendo en cuenta las oportunidades que presenta la transición a un modelo con cero emisiones netas de carbono.

Nuestro compromiso de cero emisiones netas

La transición mundial a una economía de cero emisiones netas se está acelerando, con implicaciones dramáticas para los inversores. Averigua cómo estamos ayudando a los clientes a navegar por esta transformación.
La siluete de dos personas sentadas frente a una puerta circular, mirando a los árboles verdes

La sostenibilidad y unos mayores vínculos con las partes interesadas impulsan mejores rentabilidades

En 2018, escribí instando a todas las empresas a articular su propósito y expliqué cómo contar con uno beneficia a todas las partes interesadas, incluidos accionistas, empleados, clientes y las comunidades en las que operan. Durante 2020, hemos comprobado cómo las empresas que cuentan con un propósito, con mejores perfiles según los criterios medioambientales, sociales y de buen gobierno (ESG, por sus siglas en inglés), han obtenido mejores resultados que sus homólogas. Durante 2020, el 81 % de una selección de índices sostenibles representativa a escala internacional superó a sus homólogos generales.3 Esta dinámica fue incluso más pronunciada durante la caída del mercado en el primer trimestre, donde quedó patente, una vez más, la resiliencia de los fondos sostenibles, que también observamos en caídas anteriores.4 Y el conjunto más amplio de opciones de inversión sostenible seguirá impulsando el interés de los inversores en estos fondos, tal y como hemos observado en 2020.

No obstante, esta tendencia va más allá y no se caracteriza únicamente por que los índices ESG del mercado general estén superando a sus homólogos, sino que también, en el seno de los sectores —desde el automovilístico hasta el bancario, pasando por las compañías de petróleo y gas—, estamos observando otra divergencia: las empresas con mejores perfiles ESG están registrando un comportamiento superior al de sus homólogas, por lo que presentan una «prima de sostenibilidad».5

Es evidente que estar vinculado a las partes interesadas —esto es, establecer una relación de confianza con ellas y actuar con un propósito— permite a las empresas entender y responder a los retos que depara el mundo. Las empresas que ignoran a sus partes interesadas lo hacen por su cuenta y riesgo: aquellas que no se labren esta confianza tendrán cada vez más dificultades para atraer a clientes y empleados, especialmente ahora que los jóvenes esperan de forma creciente que las empresas reflejen sus valores. Cuanta mayor capacidad tenga su empresa para mostrar su propósito a la hora de brindar valor a sus clientes, empleados y comunidades, mejor preparada estará para competir y ofrecer beneficios duraderos a largo plazo a sus accionistas.

No recuerdo ningún momento pasado en el que haya sido más importante que ahora que las empresas respondan a las necesidades de sus partes interesadas. Nos encontramos en un momento de profundo malestar económico. Asimismo, estamos en un punto de inflexión en el camino hacia la justicia racial que no puede solventarse sin el liderazgo de las empresas. Una empresa que no busque beneficiarse de la totalidad del espectro del talento humano se encuentra en una posición más débil, con menores probabilidades de contratar a los mejores profesionales, de reflejar las necesidades de sus clientes y las comunidades en las que opera y de obtener un desempeño superior.

Si bien las cuestiones de raza y etnia varían en gran medida en todo el mundo, esperamos que las empresas de todos los países cuenten con una estrategia de recursos humanos que les permita aprovechar el mayor abanico de talento posible. Cuando publique sus informes de sostenibilidad, le instamos a que la información sobre la estrategia de recursos humanos refleje exhaustivamente sus planes a largo plazo para mejorar las cuestiones de diversidad, equidad e inclusión, según corresponda en cada región. Nosotros nos atenemos a este mismo estándar.

Las cuestiones de injusticia racial, desigualdad económica o compromiso con las comunidades suelen clasificarse en el criterio social, la «S» en las conversaciones sobre los criterios ESG. No obstante, es un error establecer límites tan estancos entre estas categorías. Por ejemplo, el cambio climático ya está ejerciendo un efecto desproporcionado en las comunidades de bajos ingresos en todo el mundo. Así pues, cabe preguntarse si se trata de una cuestión medioambiental o social. Lo importante no es tanto la categoría en la que situamos estas cuestiones, sino la información de la que disponemos para comprenderlas y entender cómo interactúan entre sí. La mejora de los datos y de la divulgación de información nos ayudará a comprender mejor la profunda interdependencia entre las cuestiones medioambientales y sociales.

Soy optimista. Observo cómo numerosas empresas se están tomando en serio estos retos, cómo están respondiendo a las demandas de una mayor transparencia, una mayor asunción de responsabilidades para con las partes interesadas y una mejor preparación de cara al cambio climático. Las acciones que han emprendido las empresas son motivo de esperanza para mí. Y ahora, los altos directivos y los consejos deben mostrar una gran valentía y un firme compromiso frente a sus partes interesadas. Debemos actuar incluso más rápido para generar más puestos de trabajo, más prosperidad y más inclusión. Confío plenamente en la capacidad de las empresas para contribuir a la salida de esta crisis y a la construcción de un capitalismo más inclusivo.

Antes de 2020, para desarrollar una vacuna se requería un proceso de 10 a 15 años de duración. La que más rápido se desarrolló fue la de las paperas, y se hizo en cuatro años. Hoy en día, tenemos a numerosas compañías en todo el mundo que están distribuyendo vacunas que han desarrollado en menos de un año. Estas están demostrando el poder de las empresas —el poder del capitalismo— para dar respuesta a las necesidades humanas. A medida que dejamos atrás la pandemia, haciendo frente a un profundo malestar económico y una gran desigualdad, necesitamos que las empresas adopten una forma de capitalismo que reconozca y satisfaga las necesidades de todas sus partes interesadas.

La vacuna es el primer paso. El mundo sigue sumido en una crisis y lo seguirá estando durante algún tiempo. Se perfila ante nosotros un gran reto en el horizonte. Las empresas que hagan frente a esta situación —que busquen generar valor a largo plazo para sus partes interesadas— contribuirán a brindar rentabilidades a largo plazo a los accionistas y a construir un futuro más prometedor y próspero para el mundo.

Reciba un cordial saludo,

Larry Fink Signature

Larry Fink
Chairman and Chief Executive Officer
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1 Fuentes: Simfund, Broadridge, GBI. Datos a noviembre de 2020. Fondos de capital fijo, excluidos fondos de fondos; fondos del mercado monetario incluidos.
2 Fuente: S&P. CFA Institute, mayo de 2020 a enero de 2021. S&P 500: Valores estimados a partir de los rangos de alineación de temperatura de S&P Global Trucost; MSCI ACWI Investable Markets Index: MSCI.
3 Fuente: BlackRock. A diciembre de 2020. Se trata de una selección de 32 índices sostenibles representativos a escala mundial y ampliamente analizados y sus homólogos no sostenibles. Los índices se utilizan exclusivamente a título ilustrativo, no tienen por objeto indicar la rentabilidad de ningún fondo. No es posible invertir directamente en un índice.
4 Fuente: BlackRock. El 94 % de los índices sostenibles a los que se ha hecho referencia en el presente obtuvieron una rentabilidad superior a la de sus homólogos generales durante la crisis de la COVID-19 en el primer trimestre de 2020.
https://www.blackrock.com/corporate/about-us/sustainability-resilience-research
5 Basado en una comparación entre el MSCI ACWI Focus ESG Index y el MSCI ACWI Index desde enero de 2020 hasta noviembre de 2020.  El análisis de rentabilidad atribuyó el rendimiento superior a la mayor exposición del índice ESG a empresas con puntuaciones ESG altas y a la menor exposición a empresas con puntuaciones ESG bajas, dentro de cada sector. Este índice ESG fue seleccionado por su construcción neutra en cuanto a sectores y su exposición global. Los resultados pueden variar para otras comparaciones de índices.

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